lunes, 31 de diciembre de 2012

Filosofía para madres - y feliz 2013 -

Hoy es el último día de este 2012 que tantas alegrías me ha traído... Pero no puedo evitar ponerme melancólica siempre en el cambio de año, no sé si quizá por todo lo vivido que no volverá o por la incertidumbre de no saber qué me depararán los meses que siguen.

He de reconocer que, de todas formas, me he vuelto más sensiblera. Lo que antes no haría moverse ni un mínimo músculo de emoción en mi cara ahora me provoca la lagrimilla fácil, aunque no quiera. Empezó en el embarazo y yo pensaba que se iría con él. Pero no. Debe ser que la maternidad me ha vuelto mucho más empática con lo que me rodea y hay situaciones, comentarios, pensamientos... ante los que no puedo evitar hacer pucheros, como Semillita.

En aquellos momentos, en los del embarazo digo, no podía evitar que la sombra de que no estamos en este mundo para siempre planeara sobre mí día sí y día también. A medida que una vida nueva crecía dentro de mí, más consciente era de mi propia existencia y de su fin, y de la de mis seres queridos y todos aquellos que me rodean y que tienen algo que ver conmigo. A veces pensaba que me estaba volviendo loca, que cómo pensaba esas cosas con todo lo que me estaba pasando por dentro. Afortunadamente, luego he sabido que no soy la única a la que estos pensamientos atacan. Es algo así como que de repente te das cuenta que estás creando una vida pero que no estarás para siempre con ella, que la verás crecer, que la ayudarás a vivir, pero no para siempre. Así de triste y así de real. Es ley de vida. 

Ahora, esos pensamientos han dado un giro bastante más doméstico. Con la Semillita a punto de cumplir los siete meses, no hay mucho tiempo para razonamientos filosóficos. La única filosofía que existe para mí se resume en una frase que aprendí hace tiempo: cuando seas padre, comerás huevos. Así que sí. Los pensamientos sobre la vida y la muerte, la existencia y el fin, y etcétera, etcétera, se han quedado para cuando tenía tiempo, muuucho tiempo libre para pensar en ellos. Ahora sólo puedo comprender cada día un poco mejor a mis padres, entender por qué hacían algunas cosas, y perdonarles otras, arrepentirme de muchos de mis comportamientos. Porque ninguno somos perfectos, ni ellos tampoco, y al final cada uno lo hace de la mejor manera que sabe, o puede, o cree. De eso se trata: de ensayo y error (o acierto). Y en ello estamos este último día de 2012. 

PD: Que el año próximo os traiga mucha felicidad.

martes, 27 de noviembre de 2012

Mejor, 'des'informada

A este paso de escritura, reconozco que el blog va a dar para poco más que para un par de páginas (siempre he tenido la tentación de hacer un libro con él...). Pero lo siento, el tiempo con un bebé es menos tiempo, y el poco que queda libre lo gastas en cosas tan 'exclusivas' como pasar más de diez minutos en la ducha. La pequeña Éire va camino de cumplir ya los seis meses. Apenas le quedan diez días y parece mentira que vaya a llegar a este gran hito en su desarrollo.

En todo este tiempo, tengo que reconocer que en más de una ocasión he sentido que no servía para esto de la crianza de un hijo. Miento. Cada día lo he pensado unas cuantas veces, así que echad cuentas. De todas esas veces, no exagero si digo que el 90% han sido por situaciones en las que la pequeña Semillita no hacía lo que se suponía que debía hacer.

La mayoría de las ocasiones en las que me he agobiado, enfadado, frustrado y todos los-ados negativos que se os ocurran, han sido porque previamente había leído que en tal mes el bebé debía hacer tal cosa y Éire no lo hacía. Sí, sí. Luego me ponía a pensar y reconocía que era única, personal e intransferible y que, como tal, no tenía por qué seguir estrictamente lo que otros bebés se suponía que hacían. Siguen siendo los temas de alimentación y de sueño los que me traen de cabeza.

Que si a los cuatro meses los bebés deben dormir al menos entre 12 y 15 horas, tres siestas de no sé cuánto tiempo, no sé cuántas tomas diarias... y por la noche... que se vaya olvidando de la toma nocturna que ya tiene cuerpo para aguantar toda la noche del tirón. Estaría bien si yo todo eso pudiera explicárselo y decirle: Éire, cariño, mira, que ya no te puedes despertar por las noches porque ya eres bastante mayor para eso. Y olvídate de comer. Si te entra hambre piensa en otra cosa y ya verás cómo se te pasa.

Pues sí. Pero llevamos mes y pico en que la pequeña se despierta dos o tres veces por la noche, casi siempre a las mismas horas (su reloj interno debe funcionar mejor que ninguno) y siempre, siempre, cuando lo he pasado peor es cuando he intentado hacer lo que se suponía que debía hacer. Así me he pasado hora y media con la niña a cuestas, intentando hacerla dormir y que, líbreme Dios, ni se le ocurriera acercarse a mi pecho. Los días que no me apetecía y que he hecho lo que me venía en gana (veáse darle el pecho o meterla en la cama matrimonial) la pequeña se ha dormido tan a gusto y nosotros también.

Lo que quiero decir con esto es que está bien lo de informarse, pero en su justa medida.

Dentro de poco, llegará el turno de empezar a meterle otro alimento que no sea la leche materna. Miedo me da la visita al pediatra, porque mucho me temo que me va a indicar con horas y segundos cuándo le tengo que dar la naranja y cuándo el plátano. Ni se me ocurrirá decirle lo que pienso del tema, así que intentaré seguir ese instinto de madre que se supone que tengo.

PD. Por cierto, Éire está guapísima, para comérsela.

viernes, 7 de septiembre de 2012

De sentimientos, pediatras y otras experiencias

Éire-semillita cumple hoy tres meses. Ya se me ha hecho mayor, digo en broma. Pero es verdad, el tiempo pasa volando. Y hacía que no escribía muuuucho tiempo, pero es que un bebé te absorbe la mayor parte del tuyo.

¿Qué os puedo contar de estos dos meses y medio que han pasado desde la última vez que escribí? Pues muchas cosas, pero sobre todo, que he tenido tantos y tan variados sentimientos como nunca antes en mi vida. Pasé mis tres primeras semanas con Éire superfeliz (creo que con el subidón de las hormonas), sin agobiarme porque quisiera comer a cada momento (era mucho más eficaz para mí ir en bolas por mi casa), sin preocuparme por tener que despertarme cada dos horas por las noches... Pero luego, poco a poco, me empezó a entrar la desesperación. El subidón de hormonas dio paso a la realidad pura y dura, y ya no me gustaba tanto tener que darle de comer tan a menudo, ni no poder ducharme cuando yo quisiera, ni no poder estar en la cama un ratito más... Eres feliz, sí, pero también estás agobiada, y desesperada, y si las primeras semanas no te querías separar de ella ni un momento, en esos días sólo podía pensar en estar tranquila un rato, a solas conmigo misma. Y te sientes mal por ello, y eso te estresa más, y vuelta a empezar. Yo, que siempre he sido bastante independiente y no me gusta que nadie dependa de mí, me había metido en el mayor berenjenal de mi vida. Por suerte, sólo duró unos cuantos días, el tiempo justo para empezar a comprender cómo iba a funcionar todo a partir de ahora. Una vez que lo entiendes, empiezas a verlo todo de otra manera mucho más relajada, y empiezas a disfrutar más tranquilamente, sin el subidón hormonal del principio ni los agobios de después. Ahora mi fase es la de enamoramiento de Semillita, esa fase en la que no puedes dejar de darle besos, ésa en la que te la comerías a todas horas... y ésa en la que no soportas que nadie más la tenga en brazos más del tiempo razonablemente lógico de... ¿5 minutos? Jajajaja, me río yo sola porque sé que es imposible, que abuelos, tíos, primos y demás la quieres achuchar tanto como yo, pero, lo sentimos, no puedo (no podemos, incluyo al padre) evitar tener sentimientos de posesión hacia mi Semillita.

Luego están los médicos. En estos primeros meses hay unas cuantas visitas al pediatra y la enfermera para las revisiones y las vacunas. Al principio, les haces caso. Pero luego te das cuenta de que cada maestrillo tiene su librillo, y que como intentes hacer caso a todos, te vas a volver loca. Quizá coincida con la fase de agobio. Yo he decidido, de momento, en cada visita al pediatra, decirle a todo que sí, y luego hacer lo que me plazca. Porque la matrona te dice una cosa, el pediatra te dice otra, y la enfermera va y la fastidia diciéndote otra distinta. Y como vengan amigos y familiares 'listillos', apaga y vámonos. Me encomendaré a mi supuesto instinto de madre y que sea lo que Dios quiera.

Mención aparte la lactancia materna. Es lo mejor para el bebé, eso lo tenemos claro, pero es duro. Que parece que teniendo dos pechos y leche todo está hecho, pero no. Hay que estar bastante concienciada para hacerlo, y tener apoyo, porque pasar las dos o tres primeras semanas con grietas en los pezones, dolores, subidas de leche y demás, y gente a tu alrededor (incluyo al pediatra, que no debe estar muy por la labor de la lactancia materna) diciéndote: a ver si no va a tener suficiente con la leche, parece que esta niña tiene hambre, pues si está buscando todo el rato... ¿Que no tiene suficiente? Menos mal que Semillita ha nacido comilona y yo la veo crecer muy saludablemente. De otra manera, probablemente, entre unos y otros hubieran echado por tierra mi lactancia y me habría rendido al maravilloso biberón. Pero afortunadamente resistí (infección de pecho por medio) y ahora estoy muy contenta por ello.

Y poca cosa más. Bueno, no. Muchas más. Pero lo resumo en que es maravilloso ir viendo crecer y avanzar a una persona desde que es un bebé: que si ahora ha descubierto sus manitas, que si mira cómo levanta ya su cabeza, que si mira qué sonrisas... y a tí, se te cae la baba.

jueves, 21 de junio de 2012

Mi vida con Éire

Hoy hace dos semanas que Éire vino al mundo. De hecho, a la misma hora que estoy escribiendo estas líneas. Se adelantó una semana a la fecha prevista y aunque han pasado tan sólo 14 días, parece ya muy lejano el verme y sentirme embarazada...

No quiero aburrir con detalles de las últimas semanas y del parto. Sólo diré que la noche de antes estaba convencidísima de que la llegada al mundo de Éire se iba a retrasar y que no tenía ningún 'indicio' de que unas horas después llegaría el gran momento... Yo había leído que unos días antes suele entrar el denominado 'síndrome del nido', que por lo visto se caracteriza porque a la embarazada le da por limpiar y arreglar el nido, insconscientemente, antes de que llegue el bebé. A mí no me pasó. Pero sí puedo decir que una semana antes me puse a cocinar como una loca y dejé comidas congeladas como para dos semanas (algo que me ha venido muy bien después).

Y llegó el día 7. Y todo empezó, también, a las 7 de la mañana. Al principio puedo decir que no sabía lo que me pasaba, porque sólo tenía dolores 'estomacales'. Pero para un par de horas después, la cosa estaba clara. Aguanté en casa hasta las 3 de la tarde, con el cuarto de baño convertido en mi gran aliado (no me preguntéis por qué, pero era la estancia de la casa donde más a gusto me sentía). Para cuando llegué al hospital, las contracciones eran bastante frecuentes y había dilatado unos 4 centímetros. Pedí la epidural y me dejé de hacer la valiente (aunque yo había asegurado que no la pediría si podía aguantar... pero no sabía si aquello se iba a quedar ahí, si el dolor iba a ir en aumento y tampoco sabía si me quedaban horas y horas de sufrimiento...). Cuatro horas después, estaba dando a luz de manera natural y a las 7 y media de la tarde, escuchamos los primeros llantos de Éire. Todo fue rápido, tranquilo y perfecto.

No puedo explicaros lo que se siente. Ni aún hoy tampoco. Como dicen, son cosas que hay que vivir. Pero sí es cierto que, a partir de ese momento, un único pensamiento ocupa tu cabeza: el bebé. Eso, y que no te cansas de mirarla, día y noche, cada gesto, cada detalle de su carita y de su cuerpo... y de olerla, y cogerla en brazos y que te mire...

Así que en estos 14 días nos hemos dedicado a acostumbrarnos los unos a los otros. Elegí lactancia materna para su alimentación, pero he de reconocer que es duro. Y no sólo por el hecho de dar el pecho en sí (y el sacrificio que eso conlleva: no lo puedes compartir con el padre), sino porque cada dos por tres hay alguien que te dice: si ves que no puedes, dale un biberón y ya está, ó a ver si tienes suerte y no se te corta la leche, ó es que no le pones el chupete todavía, ó a ver si no va a estar comiendo bien, parece que no chupa... Menos mal que me aprendí bien los consejos de la matrona y de algún que otro libro que me leí y estoy intentando hacer lo que me viene en gana.

Y en eso andamos. Éire está feliz (creo), creciendo, cogiendo 'chicha', durmiendo a pierna suelta y siendo el centro de atención.

miércoles, 16 de mayo de 2012

LA RECTA FINAL: SE ACERCA EL 'MOMENTO E'

Hemos entrado en la recta final de esta pequeña aventura. Quedan sólo cuatro semanas (o más, o menos, nunca se sabe) para el momento E. Digo 'Momento E' porque, lógicamente, Semillita no se llamará así, aunque me pese, sino Éire, que ha sido el nombre que Señor G. y yo decidimos que le venía como anillo al dedo. Éire es como se dice Irlanda en el idioma gaélico, así que qué mejor homenaje a aquel país que la vio concebir... Sabemos que habrá gente que lo pregunte una y mil veces, o que se confunda, o que le llame de otra manera... pero a mí cada vez me gusta más cómo suena, me parece original y suave, como nombre de hada...

Éire ha tenido hoy la última ecografía de su vida prenatal. Pesa alrededor de 2 kilos y medio y está colocada cabeza abajo, preparándose ya para el gran momento. Tenía la esperanza de que pesara más y que todos los kilos que he cogido en el último mes se debieran a ella, pero no, parece que no. A partir de ahora, y durante las siguientes cuatro semanas, tengo que acudir semanalmente al hospital a que me midan la frecuencia e intensidad de las contracciones.

El momento se acerca, sí. Y no sólo se nota físicamente (la barriga pesa más, cuesta mucho más andar y respirar, hay presión pélvica...) sino psicológicamente. Hasta hace un par de semanas, no pensaba en el parto. Ahora ya empiezo a hacerlo. No con preocupación, pero sí con dudas, con curiosidad, con millones de preguntas: ¿será de día, de noche? ¿estaré en la calle, en casa, en el autobús? ¿sabré que ha llegado el momento? ¿espero en casa o salgo pitando al hospital? Aunque los pensamientos que más me ocupan son los relativos a la ropa: ¿tendrá frío o calor? ¿manga larga, corta, tirantes, sólo el pañal? ¿compro de todo, de nada, me espero a que nazca?...

Por lo demás, me sigo sintiendo bien. Aunque he de confesar que la llegada repentina de este calor subsahariano me ha hecho pensar en más de una ocasión en que ojalá terminara esto ya. Mis tobillos, antaño finos y esbeltos, se han puesto como botas de montaña y los pies me duelen cada vez más de soportar peso y altas temperaturas. Pero bueno, como me dicen, te queda sólo un mes, cuando te des cuenta ya se ha pasado.

sábado, 7 de abril de 2012

NUEVE SEMANAS Y MEDIA

Según las fechas oficiales, nueve semanas y media es lo que me queda para que Semillita venga al mundo. El tiempo se pasa volando y el otro día me decía una amiga que si no tenía ya muchas ganas de verle la cara. Yo le dije que sí y que no. Por una parte, claro que tengo ganas de que pasen ya estos dos meses y medio y poder 'achuchar' a Semillita. Pero, por otro lado, quiero ir disfrutando poco a poco de las sensaciones de cada día, o de cada semana, sin pensar más allá.

Y es que es cierto que en esto del embarazo ocurre que siempre tienes 'metas' a las que llegar y te pierdes el camino. Primero, que llegue la semana 12 para quedarte tranquila y ver en la primera ecografía que todo está bien (y mientras, esas primeras 12 semanas se pasan sin pena ni gloria); luego, que llegue la semana 20 para que te digan el sexo y que todo sigue yendo bien, y que notes las patadas y que la barriga empiece a crecer...; luego la 24, para que te hagan la prueba del azúcar... y así suma y sigue, y te plantas en los 7 meses y no te has dado ni cuenta de lo que ha pasado.

Así que yo voy a ir poco a poco. Desde hace ya unas semanas (o meses, diría yo) no me planteo metas. Mi barriguita sigue creciendo y aunque yo me encuentro bien y hasta sexy (me encanta la imagen de mí misma que me devuelve el espejo), hay algunos que otros 'inconvenientes' normales en esta etapa, a saber: mi caminar se ha vuelto lento y me falta el aire; me siento como una pequeña bolita rodante - sobre todo a la hora de dormir, que tengo que pensar media hora antes que me quiero dar la vuelta para que mi cuerpo pueda reaccionar-; me tengo que depilar sin ver; abrocharse los cordones de las zapatillas empieza a ser el qué apostamos; y Semillita ha encontrado dentro de mí un nuevo juguete: las costillas. 

lunes, 2 de abril de 2012

Y AL FINAL... ¡NIÑA!

Hace ya un tiempo que no escribo, algo más de mes y medio. Poco tiempo en la vida de una persona, pero mucho si hablamos en términos de embarazo. En este tiempo, Señor G., Semillita y yo hemos 'abandonado' Irlanda, hemos vuelto a España y a nuestros orígenes y he entrado de nuevo en el sistema sanitario español.

En poco más de quince días, me han hecho dos ecografías, un análisis de sangre y otro de orina y la famosa 'prueba del azúcar' (famosa aquí, porque en Irlanda, ni hablar de ella, y eso que comen no pocos dulces...). Y, bueno, aparte de que todo va perfecto, hemos sabido que Semillita es una NIÑA!!

Lo supimos a los dos días de llegar de Irlanda, que tuvimos una ecografía de ésas modernas 4D. '¿Seguro que es niña?', le preguntaba yo al médico. 'No por nada, a mí me da igual, pero mi instinto maternal me decía desde el principio que era niño...' (y eso por no contarle que había soñado ya unas cuantas veces con un bebé varón hecho y derecho). 'Sí, sí, no hay duda, mira'. Yo miraba y me quedaba igual, pero Señor G. decía que lo veía claramente. Nos costó otro par de días asumirlo.

De momento, Semillita (a mí me sigue gustando llamarla así) pesa ya casi un kilo y medio y he de decir que en la eco4D no se dejó ver, la muy tímida. Brazos en cruz sobre la cara y, para más inri, el cordón umbilical entre medias de ambos. Un ojito, la nariz y media boquita es todo lo que pudimos ver. Suficiente. Al igual que en la primera ecografía que te hacen (y aún sólo viendo una pequeña 'judía' con extremidades), el bebé se convierte en más real todavía. La cara ya está definida, las manos y los dedos perfectamente visibles, hace movimientos 'humanos'... un bebé en toda regla.

En este tiempo también me he apuntado a clases de natación para embarazadas (las empiezo mañana), acudo a las clases de preparación al parto (de momento, sólo he acudido a una) y lo más estresante de todo: comprar cosas. Que si carro, que si cuna, que si bañerita, que si ropa, ahora el arrullo, que si el gorrito y los guantecitos para salir del hospital... Mucho me temo que todo esto va más de marketing y consumismo que de otra cosa. La matrona nos dijo el otro día: el niño no necesita tantas cosas materiales. ¿Sabéis lo único que necesita un recién nacido? A su padre y a su madre, que le quieran y le den cariño. Y cierto es. El bebé no va a entender si el carro que has comprado tiene suspensión eléctrica a las cuatro ruedas, si las sábanas de la mini-cuna han sido bordadas por las manos más expertas y te han costado 50 euros, o si para cada día de crecimiento tenemos un chupete nuevo para él/ella. Necesita que estemos ahí, y a veces, fallamos en lo importante.